Por orden, Ángela, Paula, Irene, Celia, Elvira y Estrella. Estas son mis nietas, a las que con todo cariño dedico este blog.


domingo, 21 de abril de 2019

NUNCA FALLA

Acabo de leer un artículo con el que estoy de. Acuerdo. Hubo una época en que el trabajo era aún más duro que ahora y además de mal pagados, las artes eran poco o nada valoradas. 

LO QUE NUNCA FALLA
'ABC' - 2019-04-20
En algunas cosas, como la música, somos unos privilegiados
LUIS VENTOSO
TU pareja puede irse a comprar un cargador de móvil al Tiger de la esquina y no regresar jamás. Ese tanque semiautónomo último modelo y de marca alemana, que te has comprado a crédito y te ha costado un ojo de la cara, podría dejarte tirado en la primera recta de Castilla. Tu equipo de fútbol pincha hasta con el colista, te has hecho un esguince en un pie resbalando tontamente en una acera descuidada de Carmena, la política de tu país ha enloquecido y se hunde enajenada por debates parvularios... Todo puede ir tan rematadamente mal que te asalta la sensación de que de repente tu mundo se hunde. Pero hay algo que si te gusta jamás te va a fallar: la música.
No todo es malo en el tiempo presente. En realidad somos privilegiados en muchas cuestiones respecto a nuestros predecesores. Siendo el mayor genio musical de la historia, Johann Sebastian Bach –al que glosó en estas misma páginas Pedro Cuartago en un artículo para enmarcar– se veía forzado a ganarse el sustento sometiendo su inmenso talento al servicio de mecenas más o menos caprichosos, de los que nada sabríamos hoy de no haber sido sus patronos. En Weimar, el duque Wilhelm Ernst, un ceñudo luterano de piedad exigente, llegó a encarcelarlo durante un mes porque Bach se quejó cuando dio un cargo en su corte a un músico menos dotado que él. De aquella mazmorra lo sacó el príncipe Leopoldo de AnhaltCöthen, de espíritu algo más risueño. Ambos eran hombres de poder, unos privilegiados en su época, que vivían muchísimo mejor que sus semejantes de a pie, a años luz de ellos. Pero yo, un cualquiera, me levanto hoy en mi siglo XXI, saco el teléfono móvil, busco en mi servicio de streaming las obras de Bach y puedo levantarme el ánimo haciendo sonar al instante su Suite Orquestal Número 3, que sale con sonido espléndido por un altavoz de la mitad del tamaño de una caja de zapatos. Para obtener idéntico deleite, aquellos duques y príncipes de comienzos del XVIII tenían que reunir a sus músicos (y antes pagarlos y mantenerlos). Hoy, Sábado de Gloria, preludio del domingo de Resurrección, iré circulando en el coche, envuelto por el paisaje verde y relajante de Galicia, y sonará en toda su celestial magnificencia la Misa en Si menor BVW del viejo teutón. Las voces de la Cappella Amsterdam y los instrumentos de la Orchestra Eighteenth Century se encargarán de la interpretación, que saldrá de un simple círculo de lata, un CD, y se escuchará de maravilla en los estupendos altavoces del vehículo.
«Con frecuencia pienso en música. Vivo mis sueños en música y veo la vida en términos de música. La mayoría de la alegría de vivir que llega de ella». La cita es del tipo más inteligente que jamás ha respirado, Einstein, que comenzó a tocar el violín –a regañadientes– a los cinco años, pero que enseguida descubrió a otro niño genial, Mozart, y supo que había dado con el consuelo perfecto para todas las horas de su vida. La música, como dicen con razón algunos estupendos, tal vez sea lo más parecido que existe a las matemáticas de Dios.

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Gracias a la Fe, la MÚSICA  y la LECTURA, yo he superado muchos malos tiempos de mi vida,

martes, 16 de abril de 2019

CATEDRAL DE PARÍS

Ayer por la tarde, mientras Celia y yo dábamos un paseo y comprábamos para hacer arroz con leche, todas las noticias mostraban la Catedral de Notre Dame el llamas el artículo que ahora voy a pegar en esta entrada es el queme ha parecido muy instructivo: 

--Lunes de ceniza
'ABC' - 2019-04-16
JESÚS LILLO
Quedan las piedras y los mejores cimientos para levantar una nueva catedral, quizá más hermosa que la que ayer consumieron las llamas. En eso consiste buena parte de la historia, en ver cómo los monumentos se desploman y vuelven a levantarse. Torres más grandes han caído. Pico y pala. Embobados con los prodigios de última generación con que las grandes ciudades compiten en el mercado del arte y las taquillas del sensacionalismo arquitectónico, hemos olvidado la fragilidad de toda obra humana, su impermanencia y temporalidad. Nada es para siempre, ni siquiera Notre Dame. Guerras, incendios, terremotos, revoluciones o riadas han dejado su señal en unos templos que hace siglos fueron concebidos como seres vivos, genuinos works in progress sin final conocido, incluso a medio terminar. Pasada de lamentos, la dramaturgia de peluche con que ayer se transmitió la noticia del colapso de Notre Dame es la que demanda una sociedad pasada de sentimentalidad, viciada por los certificados de garantía, también arquitectónicos, y ajena a esa tarea de reconstrucción cuyas instrucciones dejaron sus antepasados grabadas en los muros de las catedrales, letra pequeña de un encargo sin fecha de caducidad. Nada es para siempre. Somos polvo, ceniza.
Retransmitido en directo, el incendio de Notre Dame es una llamada a la humildad, una invitación para regresar a un pasado cuyos muros se caían a trozos y en el que la eternidad no era precisamente un elemento material. Protestamos a voz en grito y en los juzgados por las goteras que le salen a un edificio de Calatrava, pero quienes durante siglos levantaron las catedrales no lo hicieron para colgar sus fotos en Instagram, sino para rehacer su altar después de cada guerra y cada fuego. Son los vecinos de París quienes ahora tienen la tarea y el reto de hacer de Notre Dame un templo de nuevo asombroso. Por simple orgullo, no van a fallar. Al resto del mundo, o a los que vieron la película del jorobado de Walt Disney, nos toca reflexionar sobre la mitología que ha sustituido a la religión. Lloramos el colapso de una catedral de cine mientras ignoramos los achaques de la iglesia de nuestro pueblo.

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NO PODEMOS IGNORAR NUESTRA IGLESIA, NUESTRA PARROQUIA.

viernes, 5 de abril de 2019

LAS MATEMÁTICAS PUEDEN SER DIVERTIDAS

Acabo de ver este otro artículo sobre una forma de reconstruir la idea que algunos tienen de las Matemáticas. Al abuelito le encanta enseñarlas y raro es el día que no hace algún Sudoku.

Las matemáticas llenan las calles de Madrid
'ABC' - 2019-04-05
Este domingo 7 de abril, de 11.30 a 14 horas se celebra en Madrid, en la calle Fuencarral, entre las glorietas de Quevedo y Bilbao, la cuarta edición de «Mates en la calle».
Se trata de una iniciativa sin ánimo de lucro organizada por la Sociedad Madrileña de Profesores de Matemáticas «Emma Castelnuovo», miembro de la Federación Española de Sociedades de Profesores de Matemáticas (FESPM), con el objetivo de acercar esta ciencia a personas de todas las edades.
A través de actividades que no requieren más que conocer los conceptos matemáticos y aritméticos elementales, se busca demostrar que las matemáticas pueden ser divertidas si se enseñan bien y se usan las estrategias y materiales didácticos adecuados.

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 Aprender es lo más fascinante de la vida. 

martes, 2 de abril de 2019

Matemática y música

Cuando hago Taichi en la casa la música que utilizo son Cantatas de Bach y ahora leyendo el periódico he visto este artículo, que cuando seáis más grandes y lo leáis os entrarán ganas de viajar a los lugares que están relacionados con el compositor, aunque ya se que os gusta y hasta interpretaciones suyas hacéis o haréis. 


LAS PASIONES DE BACH
'ABC' - 2019-04-02
Sus notas nacen de sus sentimientos y del amor a la belleza
PEDRO GARCÍA CUARTANGO
BACH compuso cinco Pasiones para representar el sufrimiento y la muerte de Jesús. Sólo dos han sobrevivido: la de San Juan y la de San Mateo, que fueron interpretadas en las iglesias de Leipzig cuando el maestro ejercía de director musical en esta ciudad.
No fueron un éxito porque eran muy largas y el público no estaba acostumbrado a escuchar un género que recordaba el estilo operístico. A algunos les parecía que carecía de respeto a la figura de Cristo crucificado.
Bach estrenó la Pasión según San Juan en 1724 en la iglesia de San Nicolás y luego realizó numerosas modificaciones. Los textos están basados en la traducción de Lutero de la Biblia con un notable componente místico. La obra fue interpretada hace pocos días por Les Arts Florissants en el Auditorio Nacional con un éxito espectacular.
La Pasión según San Mateo, con una duración de casi tres horas, se estrenó cuatro o cinco años después. Cayó en el olvido hasta que un siglo más tarde la rescató Felix Mendelssohn. Bach trabajaba con tanta penuria que hay un documento en el que se queja a las autoridades de que no ha podido reunir los miembros suficientes para el coro.
Hoy es imposible escuchar estas dos Pasiones sin sentirse sobrecogido por la inspiración de su música y la emotividad de sus textos que hacen de ambas la máxima expresión del genio de Bach.
Siempre he pensado –aunque sea una apreciación subjetiva– que no existe ninguna creación en la historia de la música semejante a la Pasión según San Mateo, cuyos recitativos, corales y arias elevan la voz humana a registros sublimes.
Me he hecho en ocasiones la pregunta de cómo es posible que Bach, un padre de familia numerosa, que empezó afinando órganos por toda Alemania y que trabajaba por encargo o para enseñar canto, pudiera alcanzar unos niveles de perfección y creatividad que nos resultan asombrosos.
Bach tenía tal dominio de la composición que escribió su Ofrenda Musical como una improvisación respondiendo a un reto de Federico el Grande. He leído, aunque no tengo constancia de ello por falta de conocimientos, que la obra tiene una estructura simétrica. Uno de sus cánones se titula Quaerendo
invenietis, que significa «buscando hallaréis». Puede que las creaciones de Bach tengan una armonía aritmética secreta, puede que sean la expresión de su prodigioso dominio de la técnica, pero yo me inclino a creer que sus notas nacen de sus sentimientos y del amor a la belleza.
Recuerdo que durante mis estancias en Lucerna acudía los domingos por la mañana a una pequeña iglesia barroca junto al lago, donde un organista tocaba a Bach. Era lo más próximo a estar en el cielo, como luego escribiría John Eliot Gardiner en su libro.
Escucharle es un goce místico como ver ponerse el sol en Bayona, comer unas patatas con chorizo o meter un gol en el último minuto porque este hombre no era un compositor de piezas sacras sino un gran conocedor del alma humana. Por eso, siempre nos quedará Bach.

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Ah y por supuesto están las Matemáticas, Física y Geografía. A las seis os va a encantar.