Cuando se sortearon las casas y supimos que ésta era la nuestra, nos trajimos del huerto-jardín de vuestra tatarabuela Isabel, unas matas de violetas. Son flores delicadas, pequeña, entre las hojas algunas pasan desapercibidas, pero su perfume es delicioso.
Tenéis la suerte de que aquí conservemos las de color blanco. Encontrarlas es difícil y que se aclimaten, más, pues al ser predominante la genética de las de olor morado, las blancas acaban perdiendo su peculiaridad.
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